En un principio, la persona aspira a ella, porque no quiere morir. Se imagina tanto una vida espiritual como material sólo un poco mejor y, lo más importante, sin la muerte. Esto es lo máximo que podemos imaginar de una vida espiritual.
En otras palabras, yo estudio y pienso que estoy recibiendo un medicamento que me llevará a una vida eterna, llena y perfecta, sin que ninguno de los problemas que experimento ahora. Esta es la razón por la cual la persona continúa. De hecho, esta es la única manera en la que podemos imaginar ahora una vida que es superior a nuestro mundo.
Pero incluso si una persona comienza a avanzar en esta forma, decide que tiene que utilizar todos los medios a su disposición. Es decir, se vuelve hacia el maestro quien le explica cómo poner en práctica sus recomendaciones en el grupo y con la ayuda de los libros.
El maestro sólo le muestra lo que debe hacer, y la persona debe llevarlo a cabo porque no tiene nadie más en quien confiar. La realización de todo se lleva a cabo a través del grupo y del estudio. Así, la persona gradualmente descubre la aspiración a la propiedad de otorgamiento, la cual se convierte en su meta expresada como unidad, conexión y garantía mutua, como un hombre con un corazón.
Esto significa alcanzar la fe, como está escrito: “El justo vivirá por medio de la fe”, es decir la revelación de la propiedad de otorgamiento en el corazón humano, en todos sus deseos.
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