Yo no he creado este estado opuesto, a Quién que yo deseo alcanzar lo hizo. Por ésta razón, un gramo de esfuerzo que ejerzo con el fin de estar con el Creador a pesar de esta posible gran distancia, se multiplica por 125 grados. En otras palabras, estos grados me benefician en mis esfuerzos.
Es de la misma manera como todo se le hace a un bebé cuando llora. Pero cuando un niño de dos o tres años de edad llora, los adultos ya no le prestan tanta atención.
La distancia máxima trabaja precisamente de tal manera que esta multiplica la fuerza de nuestro esfuerzo en el otro extremo de la escala de los grados. Es por eso que tenemos que apreciar nuestro estado y desear alcanzar el estado final tanto como sea posible. Entonces nuestros esfuerzos serán verdaderamente grandiosos.
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