Nuestra vasija es la conexión entre
nosotros. Nosotros no somos las vasijas, sino las partículas negativas mediante
las cuales tenemos que impulsarnos. Yo tengo que empujarme a mí mismo partiendo
desde mí mismo, desde mi “yo” hacia el amigo. Mi alma está en el contacto que se
forma entre nosotros.
El amigo hace lo
mismo por mí y la revelación espiritual tiene lugar entre nosotros. Toda el área
entre nosotros es nuestra vasija espiritual. Somos sólo las partículas negativas
que ya no son necesarias; es por encima de nuestro ego que hemos construido la
vasija de otorgamiento.
Pero hemos
construido esta vasija por fuera del ego; está hecha de nuestra Luz Retornante mutua, de la mía y
de la del amigo. Un fenómeno espiritual se revela dentro de la vasija, en este
campo de esfuerzos mutuos, la Luz Directa se revela en la Luz Retornante.
Soy sólo el cuerpo
del Partzuf espiritual, y por encima de mí construyo una “cabeza” en la
cual toda la Luz Retornante y la Luz Directa se revelan. Por supuesto
necesitamos un “cuerpo” por encima del cual construimos la “cabeza”. Pero lo
principal es la “cabeza” que ya simboliza el nivel humano; existe aquí una
cuenta adicional.
Entonces nuestra
misión es crear este campo mutuo y llenar el espacio entre nosotros con la Luz
Retornante, con otorgamiento. Entonces de acuerdo al nivel de otorgamiento, al
nivel de la Luz Retornante, Jassadim, con la cual lleno al mundo, el Creador se
revela gradualmente. Esto ocurre en las mismas vasijas que ahora me parecen
extrañas deliberadamente para que yo tenga que esforzarme por otorgarles.
Imaginen cómo
luciría el mundo si ustedes vieran a toda la
humanidad como a sus propios hijos, ¿Podrían ustedes trabajar de forma
independiente? No podrían. No puedes tratar a tu propio hijo como a un extraño y
especialmente no puedes odiarlo. Pero si intentas tratar a los amigos como a tus
propios hijos, tus esfuerzos te traerán la sensación espiritual. Es por esto que
se nos dio el mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
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